Empecé a leer sobre el cuerpo cuando tuve la necesidad de sanarlo. Desde entonces se ha convertido en un maravilloso mundo donde dejo que mi curiosidad explore.
Desde muy, muy pequeña he tenido una lucha con él. No sentía que tuviera necesidades y no las quería cubrir. Odiaba comer, y cuando digo odia es ODIABA, no me alimentaba y mucho menos sentía que esto fuera un placer.
Los años pasaron y esto no mejoró, de hecho siempre fui “el pardalet” en el colegio ya que comía miguitas de pan… A una compañera y a mí no nos dejaban salir al patio hasta que no nos comiéramos al menos la mitad del almuerzo, ¿castigo? ¿cuidado? Pues no lo sé, supongo que lo hacían lo mejor que sabían.
Esto me llevó a visitar millones de médicos, visitas al hospital y un largo etcétera para intentar que la “niña no se muriera”.
Al cumplir 18 años tomé la decisión más en sintonía con lo que iba a ser mi camino: Dejé de comer carne y a definir una filosofía de vida, no sé si lo hice de forma consciente o no.
Y, ahora, os invito a que penséis con mentalidad de un pueblo, finales de los 90’, Valencia, España para que podáis entender la “lucha” que esto suponía. Romper con una norma, con una forma, con una tradición… No, no existían supermercados como los de ahora, no, no existían restaurantes como los de ahora, no, no existía ninguna corriente “healthy lifestyle”. Directamente era el bicho raro y ¡punto! Eso sí, llegaba o empezaba la moda Mc Donalds, Burguer, Fosters, etc a la cual, pues eso, no quería ir…
Más lucha, más castigo, más coherencia- sufrida. El cuerpo, mi cuerpo no me lo ponía fácil de nuevo. ¿Qué ocurrió? ¡Tachan! Engordé unos 10 kgs en menos de un año… Tal cual lo leéis. Con 18, 19 años mi cuerpo se rebeló y al no ingerir ciertos alimentos empezó a retener. No fue nada agradable, ya os lo adelanto. Cuando me miraba al espejo, si lo hacía, no me decía cosas bonitas, no me veía a mi.
Sin hacer nada, absolutamente nada, esos kgs se fueron, supongo que no eran míos, pienso ahora.
Mi vida continuó, mi cuerpo se desarrolló menos en estatura. Ya sabéis, mi metro y medio.
Siempre ha sido un “problema” el intentar vestirme “sensual”, sexy, ya que todo era grande para mi. Por ello, decidí, o decidieron por mi los señores que diseñan las tallas, darle a mi cuerpo ropa ancha, vestidos anchos, chaquetas grandes y taparlo.
Al final, sin duda, se convirtió en mi estilo. Curiosamente, la vida seguía definiendo mi camino.
Años más tarde, por temas laborales, masculinicé mi cuerpo, lo alejé de la feminidad y el deporte de esfuerzo y algo extremo se convirtió en mi aliado. ¿Quería eso mi cuerpo? No lo sé, no se lo pregunté, pero mi mente lo necesitaba a gritos…
Hasta que una mañana, enfermó. Esta historia ya la conocéis, sino pasaos por esa charla en la que os cuento un poco más de mi historia.
Y, el yoga llegó a mi vida, uffff, no olvidaré lo que esto simbolizó y significó para mi. Yo era de esas personas que decís y repetís: “no me llegan las manos ni a las rodillas”. Estaba tan contraída, tenía los músculos tan acortados y castigados que me “cargué” la cadera izquierda… Gracias al yoga, fui consciente que tenía una cadera olvidada, castigada y “perdida”. Gracias al yoga, me di cuenta de que tenía mal el cuello, las lumbares y problemas a la hora de respirar. Gracias al yoga fui madre.
Sí, leéis bien, mi cuerpo se permitió conectar con su parte femenina y que no “pasara nada peligroso”: Podía ser vulnerable.
El embarazo fue como fue. Algo de incoherencia, malestar físico, no coger nada de peso, os miento 5kg, no tener tripa y muchos consejos por aquí y por allá. Mi cuerpo se resistía a estar “en estado de buena esperanza” y se volvió a rebelar. Lógicamente se sintió engañado y Alejandra salió pronto de allí, un mes antes, para ser exactos. ¡Qué sabia es la madre Natura!
Eché el freno de mano y me volví a convertir en ese ratón de biblioteca, salió ese cinquito del Eneagrama. Leí, estudié, estudié, leí, aprendí, me reconocí (aún sigo en ello) y me IDENTIFIQUÉ con él: MI TEMPLO.
Hoy me siento LIBRE, por fin, HABITO MI CUERPO y lo hago desde el amor, el respeto y el perdón llevado a la aceptación.
Gracias a este trabajo personal conocí aquello que tango me gustaba de pequeña: LA COMUNICACIÓN NO VERBAL. Bueno, yo lo denominaba “el cuento del cuerpo”.
En fin, para los más friquis de las causalidades, estoy casada con un periodista y un fisioterapeuta… ¡Cositas qué pasan!, ¿Verdad?
Me declaro una ENAMORADA DEL CUERPO y gracias a él me he reconocido y conocido a personas preciosas, he impartido talleres, cursos, charlas y hoy se ha convertido en mi herramienta de trabajo.
Soy #TIERRA, TAURO, en sol y en luna, PLACER, PASIÓN Y VOCACIÓN.
Ay, hoy me siento preparada para lanzar a mi hijito, en masculino, lo sé y así lo siento. Hoy te invito a que disfrutes conmigo de mi aprendizaje, de mi historia vital y de mis riñas.
Dicen, lxs sabixs, que hablamos mucho y nos “especializamos” en aquello que debemos aprender a lo largo de nuestras vidas. Pues sí, lo tengo claro y este es mi máster del “universo”.
Doy gracias a todo lo vivido porque ahora es más sencillo entender y abrazar.
EL CUERPO Y SU SABIDURIA, ¿Me acompañas en esta aventura?
Soraya Soler